sábado, 21 de febrero de 2015

La asistencia sexual, una vivencia suprasensorial

Autor: Cupido asistido


Lo he vivido como una liberación emocional, una experiencia de independencia en la que todo el cuerpo actúa como un vehículo conductor y canalizador entre dos energías que se funden en una sola.

La asistencia sexual no tiene nada que ver con la prostitución.

El placer corporal fue un medio no un fin, el erotismo se convierte en una vía de autoconocimiento y verdadera identificación con nuestro yo, más desconocido, profundo e íntimo. La sexualidad tiene una gran parte de espiritualidad, aunque evidentemente desprendida de cualquier connotación religiosa, es decir, sin etiquetas que la ensucien o criminalicen.

El hombre con el que he tenido la suerte de compartir ése río de sensaciones y continua emotividad que brotaba incesantemente en cada momento del masaje que juntos compartimos. El sexo tántrico es en el siglo XXI aún un gran desconocido. Sin embargo es la mayor expresión de libertad y sinceridad vivida mucho más allá de la genitalidad.

El simple y sencillo acto de que tu asistente sexual te desvista, se convierte en algo mágico lleno de sensibilidad, afecto, respeto hacia el cuerpo del otro y el nuestro propio, un «juego» repleto de complicidad.

Una vez desnudos desaparecen los miedos, los tabúes y confusiones que siempre surgen ante lo que nos es nuevo y a la vez atractivo, estimulante y, porque no decirlo, un tanto misterioso.

Un buen asistente sexual en mi opinión es aquel que nos ayuda a vivir la sexualidad y el sexo sólo como una parte de la misma. La sexualidad de forma plena y el sexo sólo como una parte de la misma. Pues sexo y sexualidad, a pesar de compartir una raíz morfológica común en lo lingüístico, son términos con una gran diferencia en su significado práctico. El sexo como complemento de la sexualidad es un instrumento, pero no es la finalidad última. Sin duda el día 8 de febrero de 2015 marcará un antes y un después en mi forma de entender el sexo, la sexualidad, la profundidad del ser humano, y, cómo no, de entenderme a mí mismo con respecto a la realidad y al abordaje de mi sexualidad.

Hay veces en las que podemos sorprendernos a nosotros mismos alcanzando en cada gesto, en cada caricia, en cada instante del masaje un micro orgasmo interno simplemente sintiendo el calor de la otra persona rozando nuestro cuerpo, o su aliento estremeciendo no solo cada milímetro de la piel, sino también conectando con nuestros órganos internos, haciéndolo vibrar a través de la energía que genera la ternura y el cuidado transmitido y ofrecido recíprocamente.

Ha sido un acto de placer continuo alcanzado no desde el egoísmo, sino desde la mutua generosidad. Resulta difícil plasmar con palabras el lienzo en el que se convirtieron nuestros cuerpos, un lienzo en el que se dibujaban dos hombres entregándose con el único y a la vez maravilloso objetivo de conectar sus almas entre sí, trascendiendo de lo meramente corporal. Para llegar a lo más auténtico, aquello que realmente nos distingue y diferencia como seres humanos traspasando los límites de lo socialmente establecido como «sexo» convirtiéndose la sexualidad en la expresión más sublime e intensa de comunicación.


Estas palabras no surgen desde una idea romántica de la sexualidad sino, del torbellino de sensaciones que han dado verdadera vida a partes de mi ser tanto exterior como interiormente que parecía haber olvidado.

La mitología de la no sexualidad en las personas con diversidad es una auténtica falacia, y créanme que por suerte para mí lo digo sabiendo perfectamente de lo que hablo, pues he podido disfrutar de todo ello en primera persona y en el sentido más amplio de la expresión DISFRUTAR, alcanzando aquello que en nuestra cultura occidental definimos como «el clímax»,. Con esto quiero decir que, cada suspiro, cada gemido e incluso las fragancias corporales iba implícita una mutua manifestación de gratitud.


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